Letras desde el exilió

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  📷Noe tinjaca González 
Santiago, de chile 1 de Junio del 2023 

       Escribiendo  Letras desde el exilio 

Los colombianos, desde siempre, nos hemos visto como una país de letrados. Tal vez a eso se deba que como los programas del bachillerato hagan énfasis en la literatura que en las otras artes. 

Pero aparte de la memorización cronológica de autores y de obras, a los Estudiantes no les cultiva el hábito de la lectura, si no que los obligan a leer y hacer sinopsis escritas de los libros programados.

 Por todas partes me encuentro con profesionales escaldados por los libros que le obligaron a leer en el colegio con el mismo placer con que se tomaba el aceite y de ricino. 

Para la sinopsis, por desgracia, no tuvieron problemas, por qué en los Periódicos encontraron anuncios como esté: " cambio sipnosis de el Quijote por sinopsis de la odisea". 

Así es: en Colombia hay un mercado tan próspero y un tráfico tan intenso de resúmenes fotostaticos, que en los escritores armamos mejor negocio no escribiendo los libros originales sino escribiendo de una vez las sipnosis de los bachilleres. Es este método de enseñanza -- y no tanto la televisión y los malos libros--, lo que está acabando con el hábito de la lectura.

 Estoy de acuerdo en que un buen curso de la literatura solo puede ser una gema para los lectores. Pero es imposible que los niños lean una novela, escriban la sipnosis y preparen una exposición reflexiva para el martes siguiente. 

Sería ideal que un niño dedicará párte de su fin de semana a leer un libro hasta donde más pueda y hasta donde le guste -- que es la única condición para leer un libro --, pero es criminal, para el mismo y para el libro, que lo lea a la fuerza en sus horas de juego y con la angustia de la otras tareas. 
   
   Haría falta --- como falta todavía para todas las artes--- una franja especial en el bachillerato con clases de literatura que solo pretenda ser guías inteligentes de lectura y reflexión para formar buenos lectores.

Porque formar es otro cantar. Nadie enseñaba escribir, salvó los buenos libros, leídos con la aptitud y la vocación alertas. 

La experiencia de trabajo es lo poco que un escritor consagrado puede transmitir a los aprendíces si estos tienen todavía un mínimo de humildad para creer que alguien puede saber más que ellos. 

Para eso no se haría falta una universidad, sino talleres prácticos y participativos, dónde escritores artesanos discutan con los estudiantes la carpintería del oficio: como se les ocurrieron sus argumentos, como imaginaron sus personajes, como resolvieron si no probemas técnicos de estructura, de estilo, de tono, que es lo único concreto que Aveces puede sacarse en limpio del gran misterio de la creación. 

El mismo sistema de talleres esta ya aprobado para algunas disciplinas de formación académica como la comunicador social, la ciencia política el derecho y la sociólogia, el cine y la televisión el periodismo, y en particular para reportajes y guiones. Y sin exámenes ni diplomas ni nada. 

Que la vida decidía quien sirve y quién no sirve, como de todos modos ocurre.

Lo que debe plantearse para Colombia, sin embargo, no es solo un cambio de forma y de fondo en las escuelas de arte, si no de la educación artística se imparta dentro de un sistema autónomo, que dependa de un organismo propio de la cultura y no del ministerio de la educación. 

Que no esté centralizado, sino al contrario, que sea el coordinador del desarrollo cultural de las distintas regiones del país, pues cada una de ellas tiene la personalidad cultural, su historia, sus tradiciones, su lenguaje, sus expresiones artísticas propias. Que empiece por educarnos a padres y maestros en la apreciación precoz de las inclinaciones de los niños, y los prepare para una escuela que preserve su curiosidad y si creatividad natural. 

Todo esto, desde luego, sin muchas ilusiones. De todos modos, por arte de las artes, los que han de ser ya lo son. Aún si no lo sabrán nunca.

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